miércoles, 2 de abril de 2008

Vuelos, gente, aeropuertos

Bueno, pues ya estoy de vuelta en Inglaterra, tras dos semanillas en casa, que han pasado sin grandes novedades, con la excepción de que he aprendido a preparar sushi! (Gracias Akiko!) Os contaré con detalle, a ver si me pongo a intentarlo en casa. De momento, por actualizar, os cuento cómo han ido mis vuelos, ¿va?

Ida: de Birmingham a Madrid. Como soy rata, para no pagar por facturar maleta, pretendo viajar sólo con equipaje de mano (total, sólo llevo cuatro cosillas a España). Peeeero, mi bolso de mano tiene un tamaño considerable, que sobrepasa el 55x40x20 permitido (lo pasa y le da mil vueltas), pero como hasta la fecha nunca me habían puesto pegas, pretendía -ilusa de mí- que todo siguiera igual. Todo tiene un fin en esta vida.

Me presento en la mesa de facturación e inmediatamente la azafata me pregunta si voy a facturar. Como puede ver que no lo reservé por internet, pretende sacarme los cuartos ahora. Pues con menuda has ido a dar. Sonrío para mis adentros pensando "a mí me vas a timar... pues vas lista", y le digo que no, sólo equipaje de mano. La señora me dice que tengo que pesarlo, cosa que no me habían pedido nunca, pero alguna vez tenía que ser la primera. Como era de esperar, me paso de los 10 kilos, con lo que me dice que debo facturar, claro. Sin embargo, le indico, aquí dice que no hay límite de peso. Y aquí, la tía, todo borde, se me mosquea (y eso que tampoco lo dije en plan chulita...), y me dice que vale, pero que tiene que encajar en la caja esa que tienen para comprobar que no me paso de las medidas... Ahí empiezo a sudar, pues sé de sobra que no cabe. Pero ME NIEGO a pagar por facturar.

Intento meter la bolsa, que efectivamente, no cabe. La azafata insiste: tienes que facturar. Ella lleva razón, es cierto, pero soy yo, vale? Miento alegando que no tengo otro bolso donde meter móvil, llaves, etc; y que además llevo cosas que se rompen y por ende no puedo facturar. La vil mentira no me sirve de mucho, ella se mantiene firme. Entiendo que es la razón de ser de las compañías de bajo coste: si te cobran dos duros por el billete, luego intentan cobrarte por cualquier extra... pero no en mi caso, guapa. Así que le digo que la bolsa encaja si saco alguna cosa de la misma, lógicamente. Pero la tía, que es tonta pero con un límite, me dice "ya, y qué haces con las cosas que sacas? No puedes volver a meterlas, porque luego la bolsa no cabrá en el compartimento". "Pues saco ropa, y me la pongo encima, ya está". La azafata contempla asombrada como me pongo una doble capa de jersey más dos camisetas de manga larga anudadas a la cintura. Que se atreva a meterse con mi forma de vestir. Cambio mis zapatillas por las botas, que abultan más. Luego meto a presión el bolso en la caja, que sigue sin caber del todo, así que sigo presionando (mientras oigo el crujido al espachurrarse las cajas de té que llevaba) hasta que encaja. Fatigosa, exclamo "ve? sí que cabe". La azafata me da por imposible, así que acepta (olvidaba mencionar que, previsiblemente, detrás de mí se estaba formando una cola de dimensiones considerables) y me da la tarjeta de embarque.

Una vez pasado el control del escáner, vuelvo a redistribuir todo en su posición normal, sacando para ello otra bolsa que llevaba dentro de la primera. Ahora no pueden decirme nada, estoy en el duty free así que puedo cargar con todo lo que quiera (aunque por supuesto no compraré nada, reitero que soy rata). Lo gracioso fue que la persona que cortaba los billetes a la puerta del avión... sí, era la azafata de la mesa de facturación, que me echó una mirada de "yo a ti te conozco...maldita", y vio que llevaba más de una bolsa, y se cercioró de que le había mentido, pero yo me alejé disimulando mal, y aquí paz y después gloria.


Vuelta... el sentido contrario.


Bueno, esta vez nada grave; tan sólo que mi asiento había sido tomado por una persona que se había equivocado de fila (hay que ser torpe), así que al final me he puesto en otro sitio. Ah, y cuando estaba esperando el avión, me ha pasado algo extraño (que alguien me lo explique, vale?). Estoy sentada en el suelo, comiéndome un sandwich (detalle irrelevante, es que soy cansina), y de pronto viene un tío de frente, con gafas de sol, que me mira y hace un gesto de "eres tú!", pone cara de "hey!" (no me pregunteis cómo son esas caras, pero expresaban más que si hubiese hablado), y sigue andando acercándose. Para entonces yo ya estoy mosqueada en plan "quién es???", porque no lo he reconocido -me pasa con frecuencia, no sé si debido al despiste, la ceguera, o el Alzheimer (probablemente sea una combinación de los tres). En esos dos segundos, mi (lento) cerebro escanea en busca de una cara similar en mi memoria, pero falla: no sé quién cojones es. El chaval por fin llega a dónde estoy, se agacha, choca los cinco, sonríe, y se va por dónde ha venido.


No sé si me confundió con alguien, o tal vez estaba drogado. Ahora que lo pienso, lo mismo quería gorronearme bocadillo, al estilo Encarni (el detalle irrelevante quizá no lo sea tanto...). Quién sabe. Si alguna vez os lo encontrais por Barajas, contádmelo, así sabré que se trata de un profesional, y me quedo más tranquila.


Y para tranquilidad, la que os queda ahora que habeis terminado de leer esta entrada, que anda que no me ha quedado larga... Si ejjj que cuando me pongo a escribir... Hala, ahí os dejo, que me voy a sobar (mañana madrugo, que me voy a Londres!!!!)

1 comentario:

Laura Marta dijo...

Si lo que no te pase a ti... me pasará a mi, fijo.
Que ya queda menos para vernos en tierras británicas!!!!
A ver si me haces una guía de las "Cosas que hay que ver sí o sí, en Londres antes de coger el vuelo de vuelta".
Laura y yo prometemos no molestar más que lo justo y necesario. Y si quieres... Laura te ayuda a estudiar. Yo es que he quedado con unas por internet...
qué pasa? el pavo ha llegado a mi vidaaaa.

Nos leemos,
Elliot.