martes, 11 de noviembre de 2008

Bienaventurados los cegatos, porque ellos heredarán la tierra

“En el país de los ciegos, el tuerto es el rey”, dice una frase célebre, atribuida a Johnny Mc Blind; y yo me pregunto, ¿y del país de los cegatos? Nadie sabe nada, es un agujero negro en el saber popular, y es que los cegatos somos una raza incomprendida y en absoluto aceptada.


Para integrarse en esta era tecnológica (en la que uno necesita ver) de este mundo cambiante donde uno no puede fiarse de referencias visuales anteriores, el homo cegatus debe usar gafas, lentillas (¡o incluso operarse!), para pasar por normal… o al menos intentarlo.


Esto viene al cuento porque esta tarde he dado el paso que llevaba postergando desde hace tiempo: hacerme unas gafas nuevas. Así que este individuo de homo cegatus se dirige a la óptica donde hace unos días fue informada de que, por el mero hecho de ser estudiante de la universidad, tiene un 40% de descuento en monturas y cristales. Este espécimen, que en realidad es un cruce entre homo cegatus y homo ratus (roñosus comun) casi llora de felicidad al enterarse.


Total, que allí aparezco, les cuento por qué tipo de cristales me he decidido (los que no ser rompen, of course of the horse –no olvidemos que tengo antepasados en la especie homo torpus torpus). Tras una medición de la graduación (incluye “ver borroso ahora es normal”, “no, no eres superman ni tienes rayos x en la mirada, son otros cristales”, “¿mejor o peor?” a lo Homer Simpson, y el test “es usted daltónico?”), pasamos al proceso difícil: elegir la montura.


Puede ser algo bastante simple para el 90% de la población, pero ¿qué ocurre con esos otros, i.e. nosotros, cegatos, tan cegatos que no vemos nuestro reflejo con una montura sin cristales graduados? Pues ocurre lo siguiente… A la chica de la óptica se le ocurre la siguiente idea “ah, te pongo unas lentillas desechables y así puedes verte…”. No. No. NO. Esa no es una buena idea. Ya me conocéis. No puedo tocarme el ojo, no puedo ver ningún objeto cerca de mi ojo y por supuesto no puedo meterme una lentilla en el ojo…


Pongo mi mejor sonrisa y digo “nah, no hace falta… si estoy acostumbrada a no ver las monturas nunca… como estoy cegata… (juju)… en serio… puedo acercarme (mucho) al espejo… no hace falta…”; pero una dependienta con exceso de autoconfianza es bastante peligrosa: “jeje, tranquila, no te preocupes, llevo muchos años en esto. Va, vente aquí detrás”; y yo “ que no… si no hace falta… es que nunca me he puesto lentillas… tú no sabes lo difícil que soy yo con los ojos…”. La chica insiste, y lo intenta… vaya si lo intenta. Y yo pongo de mi parte… de verdad que lo intento… pero tengo una fuerza muscular en los párpados que lo flipas, y cuando por fin lo conseguía, al hacerme rotar el ojo para colocarla bien, salía disparada… (la lentilla, no la chica, aunque no sería por no tener ganas de largarse, la pobre…).


Después de un buen rato, y probar en ambos ojos, se da por vencida, con un sentimiento de frustación “es la primera vez que me pasa…” (comentarios mordaces: ahora es el momento); y yo “nah… no es culpa tuya, si es que soy muy difícil… en serio, si para ponerme un colirio monto un espectáculo en casa… ”; y ella “si más lo siento por ti, que no vas a poder verte…” (e interiormente se oyen tres pensamientos simultáneos “maldita idiota, ya no puedo llevar la cabeza bien alta” con una mezcla de “¿por qué Dios permite que existan personas así de torpes?” y un punto de “¿no será una broma de cámara oculta?”); al final me da la risa y le digo que va a tener que acabar haciendo psicoterapia para olvidar lo ocurrido…

A ciegas, y nunca mejor dicho, he escogido una montura, y de aquí a finales de esta semana las tengo listas. Ya os contaré (como resulte que es una con estampado de cebra y perlitas, me suicido…).


Hasta la vista (relativamente)!!


Fdo:


Rompetechos Martínez Soria en “Las lentillas no son para mí”.














jueves, 6 de noviembre de 2008

martes, 4 de noviembre de 2008