Sí, con censura, porque han pasado cosas que no pueden contarse… No penséis mal, no es nada ilegal, pero es demasiado vergonzoso… Y me diréis “¿vergonzoso? Pues anda que no pasan cosas estúpidas, pedazo de…”, y yo os contestaré: “sí, pero todo tiene un límite”. Tampoco quiero hacerme la misteriosa, así que empiezo ya.
Empezó la semana pasada, un día después del vuelo que narraba en mi anterior entrada. Tras el viaje la tarde anterior, el desempaque y una compra rápida en el Tesco (Tejjjco), me había ido a la cama agotada, pero feliz pensando que iba a Londres, a pasar el día con unas amigas (no diré nombres, para que no se avergüencen de que alguien las relacione conmigo) que luego vendrían a Coventry. Esa mañana tenía que tomar el bus de las 8 am en la estación Pool Meadow (o séase, el prao de la charca), que queda a 20 minutos de mi casa, así que preparé la alarma para las 7.
Durante la noche, sueño con un tema recurrente: pender el autobús. En esto que me despierto, y observo extrañada que hay demasiada luz en la habitación, teniendo en cuenta que no son ni las 7 (momento en que la alarma sonará). La diferencia horaria con España más el cambio de hora el finde pasado me ha trastocado, me digo; incorporándome para mirar el reloj… y… sí, lo habeis adivinado: las 8 menos 20 (¿dije ya q vivo a 20 minutos de la estación, y mi bus era a las 8?). Mi reloj interno es un hijo de puta. La alarma no ha sonado (y esta vez no es q no haya cambiado la hora al llegar a Inglaterra, eh? Eso no volverá a pasar). Seguramente la he apagado en un estado intermedio entre el sueño y la vigilia. No importa, tengo el tiempo justo; en peores circunstancias me las he visto –como despertarme 5 minutos antes de un examen para el que NO había estudiado (pretendiendo que me daría tiempo a hacerlo por la mañana), y aún así llegar a tiempo. Todo el posible, vamos MJ!!
[Aquí interviene la censura; es una pena porque no puedo explicar lo del “you look beautiful”…]
Las 8, y llego a la estación. Ha pasado algo bastante heavy, pero no importa, subo al autobús, fatigosa, (más) despeinada, y otras cosas que no pueden contarse. Me relajo… y mi estómago se queja por falta de desayuno. Afortunadamente ayer metí un sándwich en la mochila, me digo, no hay razón para que panda el cúnico. Sin embargo, el autobusero, de pie en medio del pasillo, hace unas advertencias. Indica, cual azafata de vuelo, las salidas de emergencia y nos recuerda la prohibición de fumar, comer o beber, que yo pienso ignorar hasta el momento en que dice “recuerden que hay 7 cámaras de CCTV a bordo. Así que si incumplen las normas, tengan por seguro que los pillaremos… y sobre todo, no olviden sonreir”.
Unas cuantas horas más tarde, me encuentro en Covent Garden contemplando el espectáculo callejero de Mark, el malabarista de la motosierra que se va quitando prendas si falla con el diabolo. La regresión al pasado verano me sobrepasa, qué emoción!!
El resto del finde, de puta madre, al margen de que perdí mi cámara digital (que recuperé dos días más tarde -¿veis como los ingleses no tienen malicia?). Lo mejor: pasar tres días haciendo el payaso (literalmente) como en la cabeza de Homer (es complicado de entender si uno no es fan acérrimo de los Simpsons), imaginar cómo oyen los ingleses el castellano: “blah blah blablah… jjjjjj”, y una barra enorme de longaniza (de la rica!! Gracias, chicas, esto me ha llegado al alma).
Empezó la semana pasada, un día después del vuelo que narraba en mi anterior entrada. Tras el viaje la tarde anterior, el desempaque y una compra rápida en el Tesco (Tejjjco), me había ido a la cama agotada, pero feliz pensando que iba a Londres, a pasar el día con unas amigas (no diré nombres, para que no se avergüencen de que alguien las relacione conmigo) que luego vendrían a Coventry. Esa mañana tenía que tomar el bus de las 8 am en la estación Pool Meadow (o séase, el prao de la charca), que queda a 20 minutos de mi casa, así que preparé la alarma para las 7.
Durante la noche, sueño con un tema recurrente: pender el autobús. En esto que me despierto, y observo extrañada que hay demasiada luz en la habitación, teniendo en cuenta que no son ni las 7 (momento en que la alarma sonará). La diferencia horaria con España más el cambio de hora el finde pasado me ha trastocado, me digo; incorporándome para mirar el reloj… y… sí, lo habeis adivinado: las 8 menos 20 (¿dije ya q vivo a 20 minutos de la estación, y mi bus era a las 8?). Mi reloj interno es un hijo de puta. La alarma no ha sonado (y esta vez no es q no haya cambiado la hora al llegar a Inglaterra, eh? Eso no volverá a pasar). Seguramente la he apagado en un estado intermedio entre el sueño y la vigilia. No importa, tengo el tiempo justo; en peores circunstancias me las he visto –como despertarme 5 minutos antes de un examen para el que NO había estudiado (pretendiendo que me daría tiempo a hacerlo por la mañana), y aún así llegar a tiempo. Todo el posible, vamos MJ!!
[Aquí interviene la censura; es una pena porque no puedo explicar lo del “you look beautiful”…]
Las 8, y llego a la estación. Ha pasado algo bastante heavy, pero no importa, subo al autobús, fatigosa, (más) despeinada, y otras cosas que no pueden contarse. Me relajo… y mi estómago se queja por falta de desayuno. Afortunadamente ayer metí un sándwich en la mochila, me digo, no hay razón para que panda el cúnico. Sin embargo, el autobusero, de pie en medio del pasillo, hace unas advertencias. Indica, cual azafata de vuelo, las salidas de emergencia y nos recuerda la prohibición de fumar, comer o beber, que yo pienso ignorar hasta el momento en que dice “recuerden que hay 7 cámaras de CCTV a bordo. Así que si incumplen las normas, tengan por seguro que los pillaremos… y sobre todo, no olviden sonreir”.
Unas cuantas horas más tarde, me encuentro en Covent Garden contemplando el espectáculo callejero de Mark, el malabarista de la motosierra que se va quitando prendas si falla con el diabolo. La regresión al pasado verano me sobrepasa, qué emoción!!
El resto del finde, de puta madre, al margen de que perdí mi cámara digital (que recuperé dos días más tarde -¿veis como los ingleses no tienen malicia?). Lo mejor: pasar tres días haciendo el payaso (literalmente) como en la cabeza de Homer (es complicado de entender si uno no es fan acérrimo de los Simpsons), imaginar cómo oyen los ingleses el castellano: “blah blah blablah… jjjjjj”, y una barra enorme de longaniza (de la rica!! Gracias, chicas, esto me ha llegado al alma).
2 comentarios:
¡Y la de cosas que se han quedado en el tintero!
Ingleses gorrones (en calzoncillos), las bizcas en el tren, los sobres de salsa sobaos, famosos ficticios que viven en Londres, la policía hermafrodita del sombrerito (era una mujer, te pongas como te pongas), y así una larga lista...
A ver si hay suerte y podemos repetir en Edimburgo :)
Son detalles que he obviado para suavizar mi imagen de excéntrica, ya irreparable. También se me ha pasado comentar lo de la electricidad, jejeje, una gran estrategia.
La del sombrerito era un tío. O por lo menos, un híbrido. En serio.
Y creo que lo de Gael García Bernal quedó zanjado.
¿De dónde viene la c.? ¿De chan? Jajajajaaa!!
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